1 Jerusalén, altísima ciudad,
¡Quién residiera en ti!
Mi corazón subir en libertad
Ansía desde aquí
Huyendo de este suelo
De luto, penas, hiel,
Veloz remonta al cielo,
Dejando el mundo infiel.
2 ¡Día feliz, hora esperada, ven!
Pues a juntarme voy
Con mi Jesús mi Salvador, mi bien,
A quien el alma doy.
Allá sus pías manos
Mi espíritu alzarán
A la mansión de hermanos,
Celeste Canaán.
3 Corro veloz, a coronar mi sien,
Al trono celestial.
Pena y dolor jamás allí se ven,
Más bien gozo eternal.
Los ángeles rodean
Mi carro triunfador;
Sus himnos vitorean
Al fuerte vencedor.
4 ¡Oh bella Sion!, yo te saludo al fin.
Aquí dispuesta está
Mi habitación, de Edén feraz jardín,
Que eternas flores da.
Sin velo y nieblas veo
Todo en realidad:
¡Oh mi Señor!, poseo
Tu reino en heredad.
5 ¡Qué procesión! ¡Cuán noble multitud
Sale a mi encuentro ya!
Los que adornó nobleza, amor, virtud
En ese mundo allá,
Mandólos velozmente
A coronarse el rey,
Estando aún ausente
Yo con la humilde grey.
6 Triunfantes van: junto al patriarca fiel,
El confesor viril,
Y el que murió en el suplicio cruel . . .
De mártires cien mil.
Ahora rodeados
Están de luz y honor
Cual soles coronados
De celestial fulgor.
7 Al nuevo Edén o logro al fin llegar,
A tan feliz mansión
Do hosannas mil resuenan sin cesar
En plácida canción.
El regocijo llena
De paz mi corazón,
Donde aleluya suena
Del arpa al dulce son.
8 De coros mil potente vibra el son
Cual estruendoso mar.
¡Loor al rey! El templo de su Sion
Trepida al resonar
El majestuoso canto
Que la hueste inmortal
Da al Dios tres veces santo
En gozo perennal.
Source: Culto Cristiano #343